Si es “emergente” es un riesgo
Tecnologías con gran potencial traen consigo una buena dosis de riesgo cuando son emergentes.
Hay un momento en que tenemos que decidir si invertir nuestras energías en la exploración de una nueva tecnología.
Lo vivimos con el hardware (frente a la perspectiva de cambiar de teléfono o de laptop, por ejemplo) y con el software (“mejor no instalo esta actualización para evitar sorpresas”).
Y también nos pasa en la vida profesional: todo el mundo empieza a hablar de “algo nuevo” y nos preguntamos si valdrá la pena adoptarlo para beneficio nuestro, del equipo o de los clientes.
Cómo esta situación es muy frecuente (y lo seguirá siendo aún más) vale la pena entenderla mejor - empezando por el significado del adjetivo que usamos: “emergente”.
Exploraremos tres significados, empezando por descartar uno:
No es “emergente” si es una emergencia
Si tu proceso de adopción tecnológica es una carrera contra reloj;
Si de su éxito depende el futuro de tu proyecto y por ende no te puedes equivocar;
Si llevas años postergando y finalmente te toca para no quedarte atrás,
entonces lo tuyo no es emergente: es una emergencia.
Si la situación requiere atención inmediata y es potencialmente muy peligrosa, la culpa no es del progreso y su velocidad descontrolada - es tuya porque te cogió la tarde.
A veces uno se deja tomar ventaja; puedes pasar. Pero no es este significado el que nos interesa.
El “emergente” inesperado tampoco nos interesa
Hay fenómenos que surgen inesperados. Aparecen donde nadie los buscaba; todas las energías están dedicadas a metas diferentes pero ellos se presentan. A esos también les decimos “emergentes”.
Se ha usado mucho esta acepción en Inteligencia Artificial Generativa para explicar capacidades imprevistas de los modelos de lenguaje grandes: se agranda su base de entrenamiento o se complejiza el modelo buscando mejoras en la generación de texto y “emergen” habilidades matemáticas o de traducción a otros idiomas.
(Si el tema te interesa, aquí hay 137 ejemplos y aquí una posible explicación)
Surgen de manera inesperada durante un proceso que no las tenía como objetivo: estas no son las tecnologías emergentes que nos interesan. Tampoco son las que “emergen” como las estrategias de Alejandro Salazar: estimulantes y críticas, pero no para lo que nos atañe.
Incipiente y con potencial: ¡esta sí es “emergente”!
Esta es la tecnología que nos interesa:
apenas asoma la cabeza, y no sabemos si va a crecer mucho o desaparecer por donde vino;
Sus aplicaciones prácticas todavía están por realizarse plenamente; nadie sabe exactamente cómo;
Se intuye que va a tener un gran impacto y viene creciendo rápidamente;
Está rodeada de incerteza y ambigüedad: para algunos es la panacea, para otros una pérdida de tiempo.
Su promesa está 100% en el futuro: no hay manera de validar la oportunidad de implementarla, ni hay referentes sólidos.
La mayoría de sus promotores son empresas que quieren venderte algo o ayudarte en la implementación; sus “casos de éxitos” son casi siempre internos.
Esta es la tecnología emergente que nos importa.
La que te exige estar en la frontera.
La que necesita de un presupuesto nuevo, adicional, muchas veces imprevisto.
La que podrías tranquilamente enfrentar el próximo semestre.
Pero que intuyes revolucionaria.
Que trae vientos de disrupción.
Que sugiere nuevas maneras de hacer las cosas.
Que activa las energías creativas.
Pero que podría absorber muchos recursos sin devolver nada.
Una “mancha” en tu carrera - o un trampolín.
Una decepción para olvidar - o una historia de amor que dura décadas.
Recibir un premio - o llevarse un regaño.
Esta es la tensión placentera y peligrosa de lo emergente.