Inicio de los años 2000. La pequeña sala de cine está lista para el focus group. Decenas de millones de dólares en juego: la película tiene que gustar. VPs, directores, animadores, guionistas - hasta la cabeza del estudio baja de su oficina y se acomoda en la última fila. Se apagan las luces, empieza la proyección. Risas, buena vibra, satisfacción: las cosas van bien. Hasta que aparece ella, la princesa, la protagonista, y los niños empiezan a llorar. Desesperados. El equipo de DreamWorks intercambia miradas incómodas. Shrek gustó - y mucho. Pero Fiona parece espantar a los más chiquitos. Sólo un animador, allá al fondo de la sala, permanece inalterado. Cuando sus compañeros se acercan, se levanta y sentencia: “Se lo dije. Se lo advertí. Caímos en el valle inquietante”.
El “valle inquietante” no tiene fondo
El “valle inquietante” no tiene fondo
El “valle inquietante” no tiene fondo
Inicio de los años 2000. La pequeña sala de cine está lista para el focus group. Decenas de millones de dólares en juego: la película tiene que gustar. VPs, directores, animadores, guionistas - hasta la cabeza del estudio baja de su oficina y se acomoda en la última fila. Se apagan las luces, empieza la proyección. Risas, buena vibra, satisfacción: las cosas van bien. Hasta que aparece ella, la princesa, la protagonista, y los niños empiezan a llorar. Desesperados. El equipo de DreamWorks intercambia miradas incómodas. Shrek gustó - y mucho. Pero Fiona parece espantar a los más chiquitos. Sólo un animador, allá al fondo de la sala, permanece inalterado. Cuando sus compañeros se acercan, se levanta y sentencia: “Se lo dije. Se lo advertí. Caímos en el valle inquietante”.